Polos | Diario Sur

2022-08-05 07:54:20 By : Mr. Mark Zhou

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Al poner la tele y ver las noticias veo el fuego y el calor expandiéndose por todo el planeta. En ese instante recuerdo el sueño de la noche anterior. Una de esas pesadillas que no sé bien cómo interpretar. Yo daba un paseo por el Centro de la ciudad. A mi alrededor las personas se derretían por las aceras. Los cuerpos de los demás paseantes eran helados con forma de polo. Los había de fresa, nata, turrón, chocolate, pistacho. Una variedad de esencias y colores. Nunca me han gustado los helados y menos todavía los dulces. No soporto la nata, la vainilla, la crema, el merengue; esto se reflejaba en el sueño. Los colores más débiles eran los primeros en desaparecer. Eso tampoco importaba demasiado, porque al cabo de pocos segundos no quedaba ninguno; sólo la leve y fugaz huella húmeda sobre el asfalto. Una sombra que también se evaporaba.

El sueño de los helados me ha dejado un regusto amargo. Yo era la única persona con aspecto humano. Me observaba desde la distancia, como si estuviera frente al espejo. Veía mi propia imagen comiendo un polo, o sea que estaba acabando con la vida de uno de los indefensos transeúntes que paseaban por la calle. A veces los sueños son crueles y desvelan nuestros más profundos y misteriosos sentimientos. ¿Qué hacía yo tragando al desconocido como si fuera un helado? Lo cogía por la pata de palo e iba chupando su cuerpo de hielo hasta no dejar nada. Como dije al principio, no me gustan los dulces ni los helados. Quizá por eso en el sueño me afanaba en liquidar a uno de ellos, luego el calor ya se encargaba del resto.

De niño, en el chaflán de enfrente de casa había una heladería. Lo único que me gustaba de aquel establecimiento era la horchata. Mi madre decía que como siguiera así acabaría teniendo la sangre de horchata. Al oírla imaginaba la sangre blanca fluyendo por las venas. Cuando me hiciera una herida dejaría un charco de leche, aunque no fuera leche sino jugo de chufas machacadas. El simple hecho de pensarlo me producía repugnancia. Así que no volví a pisar la heladería y desde entonces también detesto la horchata. Yo observaba la cola de clientes desde el balcón de casa. Los veía bebiendo horchatas y granizadas en el mostrador, chupando cortes de helado, polos y cucuruchos; igual que yo hacía anoche en el sueño. La vida, fría y fugaz, consumada en un sorbo.

Ahora en el noticiario de televisión dan el tiempo. Dicen que hace calor, mucho calor, se están produciendo las temperaturas más altas que se recuerdan en diversos países. Hay que ir con cuidado con los golpes de calor, dice el hombre del tiempo. Mientras lo escucho pienso en el sueño de una dulce noche de verano.